martes, 6 de septiembre de 2016

Amnesia ST1-01 (Cuento propio)

Amnesia ST1-01
Zipi



Temblaba incesantemente y no comprendía su tiempo ni espacio. Lo primero que percibió fue un destello tan brillante que traspasó fácilmente sus párpados, seguido de un dolor punzante en las cienes que se vio acompañado por un penetrante e incómodo sonido sordo. Luego de aquella fugaz tortura, levantó la mirada. Advirtió que frente suyo se encontraba, imponente, la impactante estrella que iluminaba todo su entorno, como si se tratara de una sola luz encendida en la habitación desconocida en la que había despertado. Intentando despabilarse de lo que fuera un sueño, frotó sus ojos y allí observó nuevamente e inmóvil aquel enorme astro. Pretendiendo encontrar una respuesta a su alrededor de todas las preguntas que su estado de desorden logró formular, notó que se hallaba en una nave espacial que lo condujo por un viaje sideral con destino al inmenso sol que contemplaba. A pesar de ello no pudo comprender el sentido de todo aquello hasta transcurrido cierto tiempo, y hubiese deseado nunca tener la intención de querer despertar del sueño.
Dejó a un lado el asiento que lo inmovilizaba. Inmediatamente, notó su reflejo en una superficie curva sobre el muro de la nave, pero no reconoció a nadie que hubiese visto anteriormente. Un sentimiento de soledad rodeó su cuerpo en ese instante. Con cierta lentitud espectral, giró su cuerpo envuelto por el traje espacial que la misión desconocida le había provisto. Habría pasado, fácilmente, un minuto para que notara la inquietante escena que se encontraba justo detrás de él. Allí yacía sobre el suelo, inmóvil e indudablemente exánime, el cuerpo de una persona ¿Quién era? No lo sabía, pero seguramente habría sido su compañero en, hasta ese momento desconcertante, pero ahora espeluznante, viaje espacial. Tropezó, helado y conmovido por el sorpresivo y para nada analgésico espectáculo que se le había surtido, contra el asiento de mando. Acto siguiente gateó pausadamente hacia el gélido cadáver. Notó que sobre el pecho tenia clavado un objeto fino y brilloso. Aquel elemento había atravesado no solo el traje espacial, sino que logró traspasarlo hasta llegar a su corazón y de esa manera, cruel y aterradora, causarle su muerte. Asustado por no recordar lo acontecido y por desconocer lo que podría haber sucedido al otro tripulante de aquella desabrida nave, se irguió y la examinó en busca de quien hubiese sido el asesino de aquel pobre hombre o de alguna otra respuesta un tanto más confortante que calme su creciente angustia.
Tras fácilmente treinta minutos de búsqueda sin hallazgos, contempló el ordenador que se encontraba junto a la caja de navegación de la nave. Luego de activarlo y traspasar el sistema de seguridad por voz de la máquina, escuchó por primera vez su nombre desde que despertó en esa pesadilla, pero aun así no recordó haberlo escuchado nunca. Seguidamente se introdujo dentro del sistema y notó la presencia de un archivo de audio y video titulado "Bitácora ST1-01". No dudó entonces en abrirlo esperanzado en que allí encontraría, o al menos se acercaría, a un dictamen de todo aquello. Al comenzar la trasmisión lo primero que contempló fue el rostro que había visto en aquel reflejo de las paredes de la habitación, a pesar de que de todas formas no se reconoció a sí mismo en esa fisonomía.
Al terminar la reproducción, pálido, sombrío e inmóvil, contempló el espacio y comprendió que el universo, aunque sea un lugar alucinante, sobrecogedor e incomprensible, aun así más temible puede ser el temperamento humano.




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